A partir del nacimiento, la entidad psíquica se desarrolla impulsada por un instinto innato que lo guía hacia su evolución, hacia la construcción de sí mismo, hacia la construcción del ser humano. Los adultos somos sólo colaboradores en esta construcción y no debemos obstruirla imponiendo nuestra voluntad, sino mostrar un profundo respeto por la personalidad del niño. Es necesario orientar nuestro pensamiento hacia una educación basada en la independencia, la libertad, autoaprendizaje y autodisciplina.
Para conquistar su libertad, el niño tiene que trabajar independientemente. Sin embargo, el concepto de libertad en la Educación Montessori se ha malinterpretado. Todavía hay personas a la que se oye decir: "¿Montessori... el sistema en donde los niños hacen lo que quieren? Yo prefiero una escuela con disciplina". Pero son precisamente la disciplina y la estructura la base de este sistema. En la Educación Montessori, lo niños participan activamente en el proceso de su aprendizaje y desarrollo integral. Son capaces de tener iniciativas para la acción, pueden autodirigirse con inteligencia y elegir con libertad.
Si uno observa un ambiente Montessori, se dará cuenta que el orden, el silencio y la concentración son lo que impera. Los niños no hacen lo que quieren, quieren lo que hacen. La libertad no implica que el niño haga lo que desee, pero sí lo compromete a que pueda distinguir entre lo constructivo y benéfico, y además enfocarse para lograr lo que se propuso.